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13. Limpieza de sangre

Después de las conversiones forzadas de los siglos XIV y XV, los judíos que conservaron el derecho de permanecer en su patria mediante el bautismo, acabaron fundiéndose en la sociedad hispánica, pero fueron sometidos a la vigilancia estrecha de la Inquisición.

Amplios sectores de la población, que seguían viendo en ellos a unos peligrosos enemigos del cristianismo, reaccionaron contra la política de asimilación de los Reyes Católicos. Con el fin de distinguir entre cristianos viejos y cristianos nuevos (conversos) se hizo uso del linaje familiar para señalar a quienes no tuvieran limpieza de sangre, es decir, aquellos que tuvieran algún antepasado judío, musulmán o condenado como hereje por la Inquisición.

La discriminación llevó a impedir el acceso de los cristianos nuevos a los cargos públicos, a las órdenes religiosas, a las universidades, a los gremios o a imposibilitar su viaje a las Indias. Incluso se les prohibía residir en determinados territorios especialmente celosos de preservar su pureza de sangre.

Con el paso de los años, la limpieza de sangre se convertiría en símbolo orgulloso de un país que identifica lo español con la ortodoxia católica, asunto que está en la raíz del casticismo, el pensamiento tradicionalista de la España contemporánea.



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