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5. La mujer judía

La vida de las mujeres judías en la Edad Media peninsular era muy similar a la de las mujeres cristianas y a la de las mujeres musulmanas. Transcurría en el interior de las casas, dedicadas a la vida doméstica, excluidas, de forma general, de la vida pública. Vivían bajo un estricto régimen patriarcal que, además, las consideraba imperfectas e inferiores a los varones.

Hija, esposa, amante, y, especialmente, madre, la mujer conocía todo lo relacionado con el espacio doméstico: crianza y educación de los hijos, costumbres del embarazo y del parto, alimentación, limpieza, celebración de las fiestas religiosas, y de bodas, nacimientos y ritos mortuorios. Su ocupación en las cosas de casa, aunque no remunerada, era una gran ayuda a la economía del hogar. Todas estas costumbres eran muy rígidas y convertían a las mujeres en guardianas de las costumbres y educadoras de los hijos e hijas en el mantenimiento de las tradiciones.

Las mujeres de buena posición apenas salían de casa, a diferencia de las más pobres, que tenían que ganarse la vida con distintos trabajos. Algunas mujeres judías, como Urrusol, a la muerte de sus maridos, se hacían cargo de los negocios de estos. Otras realizaron fuera de la casa algunos oficios como: criadas (de otras familias judías o judeoconversas), nodrizas, artesanas (tejedoras, costureras, tintoreras).

Las mujeres judías también aparecen citadas muchas veces como hechiceras, lo que en realidad tenía que ver con el oficio de atender y cuidar enfermos o con mantener las tradiciones que incluían ritos extraños para otros.


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