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14. El exilio de los sefardíes

Los judíos expulsados en 1492 acabaron por establecer su residencia definitiva en distintos países: por una parte, en los territorios que corresponderían actualmente a Holanda, Francia, Italia, Alemania e Inglaterra; por otra, en los del norte de África, Grecia, los Balcanes, Turquía y Siria. Se instalaron en aquellos lugares en que encontraron la posibilidad de practicar su religión más o menos libremente y de dedicarse a las ocupaciones que les permitieran vivir con desahogo.

Los sefardíes del primer grupo fueron asimilándose, haciendo suyas la lengua y las costumbres del país en que vivían. Sin embargo, los del segundo grupo conservaron su culto, sus leyes, sus costumbres y sus tradiciones. Durante siglos continuaron hablando el español del siglo XV, el judeoespañol.

Después de siglos de olvido, España redescubre su presencia, con enorme sorpresa, a mediados del siglo XIX, al ocupar el norte de África el ejército español. Notorio fue también el encuentro del doctor Ángel Pulido Fernández, a finales del mismo siglo, con los sefardíes en las orillas del Danubio. A partir del año 1924 y hasta 1930, el Estado español concedió la nacionalidad española a aquellos sefardíes que la solicitaron.

Lamentablemente, muchos de los judíos sefardíes acabarían sus días en las cámaras de gas de la Alemania nazi.

En la actualidad más de 300.000 descendientes de los expulsados en 1492 siguen hablando en judeoespañol y conservan las tradiciones y costumbres heredadas de sus antepasados


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