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9. Las persecuciones

La época dorada de la judería española acabó a finales del siglo XIV con una cadena de saqueos y matanzas. Las persecuciones no partieron de los reyes ni de la Iglesia, sino del pueblo inculto, enardecido por los frailes en un contexto de peste que diezmó la población. Jugó en ello un papel destacado Ferrán Martínez, un clérigo fanático y lleno de odio, que incitaba a sus oyentes a vengar a Cristo matando a los judíos con sus propias manos. Ordenó a sus feligreses la destrucción de todas las sinagogas de Sevilla. El 4 de junio de 1391 la chusma asaltó la judería, matando a muchos judíos y bautizando por la fuerza a otros, quemando las sinagogas y convirtiendo otras en iglesias. La explosión de Sevilla se propagó como un reguero de pólvora. A todas las ciudades y poblaciones con juderías llegaban bandas de matones, dispuestos a asesinar, bautizar e incendiar. En dos semanas llegaron a Toledo y destruyeron la mayoría de sus magníficas sinagogas.

El 9 de julio era asaltada la judería de Valencia. El 2 de agosto se asaltó la judería de Palma de Mallorca, matando a cuatrocientas personas. El 5 de agosto saqueaban la de Barcelona, matando a cien judíos. En aquel verano aciago sólo se salvó la judería de Zaragoza gracias a que residían en la ciudad los reyes de Aragón y a que la presencia de sus tropas impidieron que llegaran allí los disturbios.

Vivían entonces en los reinos cristianos alrededor de doscientos mil judíos, el tres por ciento de la población. Una tercera parte cayó asesinada. Otra tercera parte fue convertida a la fuerza. El resto, pese a permanecer en su fe, logró salvarse. La comunidad judía había quedado herida de muerte. Ya nunca volvería a ser lo que fue. 


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