La ruptura entre el cristianismo y el judaísmo se produjo en el siglo I d.C por las discrepancias acerca de la figura de Jesús de Nazaret y sus enseñanzas. Las primeras diferencias surgieron en torno al año 50 d.C en el llamado Concilio de Jerusalén y la ruptura se aceleró tras las guerras judeo-romanas de los siglos I y II d.C.
Los judíos condenaron a los cristianos a fines del siglo I, al
introducir una nueva plegaria
contra los herejes entre los que se incluye a los cristianos. Por
su parte, durante los primeros siglos del cristianismo, se desarrolló
entre los Padres de la Iglesia toda una literatura conocida como "adversus judaeos" cuyo cometido fue combatir al
judaísmo y poner fin a todas sus influencias.
El emperador Teodosio (Edicto de Tesalónica del año 380 d.C) instauró el cristianismo como religión oficial del Estado e inició una legislación que fue dejando a los judíos en situación de inferioridad jurídica y social.
A lo largo de la Edad Media la situación de los judíos sufrió diversos
avatares: