Homenaje a María Viejo
Montse Medina (Grupo Ágora)
La vida nos concede, a veces, golpes de fortuna: para el grupo Ágora conocer
a María Viejo y que se integrara en él con su fuerza creativa, fue una de esas
fortunas. Habíamos cerrado los Trabajos Prácticos de Arte, una visión
integradora, hasta el siglo XIX, y nos disponíamos a trabajar sobre el siglo XX.
Éramos conscientes de la necesidad de cambios profundos, por su significado
de ruptura e innovación.
Recordamos aquellas primeras reuniones, en una pequeña sala del ICE de
Oviedo. Nos conocíamos poco, acudíamos cautelosos y terminamos
convertidos en grandes amigos. Ya en esas primeras reuniones de trabajo nos
dimos cuenta de que las ideas de María eran muy claras y abrían, como decía
Machado, “nuevos caminos” para echar a andar; que no sólo señalaban por
donde había que ir, sino que multiplicaban las sendas. Por eso también,
cuando se van, estas personas siguen marcando caminos.
Estas ideas nos impulsaron a realizar el proyecto del Arte del siglo XX, siempre
con un pensamiento principal: formar a los alumnos del siglo XXI. Había que
preparar sus miradas para nuevos retos, educar ciudadanos sensibles,
observadores y críticos que se convirtiesen en los nuevos “espectadores” más
activos, creadores y participativos. María siempre tenía presente que nos
dirigíamos a unos jóvenes que, de alguna manera, aspiraban a transformar el
mundo y ella era una entusiasta defensora del papel que jugaban las
enseñanzas artísticas en esta tarea como educadores.
Sus convicciones eran muy firmes y ya desde un principio nos parecía
complicado introducir en las aulas todo aquello en lo que ella creía y que
defendía con insistencia:
El arte no es sólo para las élites sino que hay que acercarlo a las
mayorías.
Las manifestaciones artísticas trabajadas deben ser no sólo las que se
refieren a la cultura occidental sino también a otros espacios culturales.
Existen otros continentes y otros colectivos sociales así como existen
otras miradas a las que hay que prestar atención.
Defendía que las mujeres debían ocupar su puesto en una sociedad
igualitaria como artistas y como espectadoras.
Los nuevos soportes y formatos artísticos exigen nuevas investigaciones
y ella fue pionera en aplicar nuevas tecnologías en las enseñanzas
artísticas. La ruptura y la experimentación precisaban nuevos
mecanismos para alcanzar la conexión entre el arte y la vida.
MARÍA tenía una gran preocupación ¿cómo llevar todo ello al aula? Fue una de
las primeras profesoras que disfrutó de un año sabático para dedicarse a la
investigación didáctica con este propósito y el grupo fue su beneficiario.
Cuando nos enzarzábamos en las reuniones elevaba su voz y nos recordaba
¿Qué enseñar? ¿Cómo? Y ¿Para qué? Y seguía diciendo : Enseñar lo
esencial, que sea bueno, conciso y que haga reflexionar. Daba mucha
importancia al cuaderno de aula, a los materiales, a las maletas didácticas
portadoras de conocimiento. Empezamos con diapositivas, recortando y
pegando imágenes en el cuaderno y terminamos metidos en el mundo digital
con películas, vídeos, cámaras y móviles.
Entre sus preocupaciones sobresalía la idea de que nos dirigíamos a un
alumnado urbano, y que el medio tenía que ser la ciudad: París, Berlín,
Londres o Nueva York para conocer el Arte y para conocer la vida, ellos tenían
que moverse por su ciudad. Siempre estaba dispuesta a ir con los alumnos a
ver museos y exposiciones. Recorría la ciudad, para hacerles pensar en su
transformación, les peguntaba cómo hacer más habitable y más estético el
entorno en que vivían.
En el reparto de trabajos, María elegía aquéllos que le permitían profundizar en
sus mensajes y significados en relación con la innovación, la tolerancia y la
solidaridad. Son certeros y podemos comprobarlo, sus trabajos sobre la
arquitectura efímera de los homeless de Nueva York, o sobre los grafitis.
No sólo era buena profesora, antes destacaba como hija y hermana, esposa,
madre y abuela, para nosotros como amiga. Humana y cercana para todos.
Escuchar puede decirse que era su valor esencial. Hoy que tan poco se
escucha, ella sobresalía en el arte de escuchar, y en las conversaciones se
mostraba a la vez reflexiva y provocadora, seria y divertida. Siempre
responsable y comprometida.
Cuando iniciábamos aquellas primeras sesiones de trabajo nos conocíamos
poco pero, como antes señalábamos, acabamos siendo grandes amigos. El
arte contribuyó a ello y también sus aficiones. María disfrutaba del mar y la
montaña, de la naturaleza en general y de los deportes. La música era otra de
sus grandes pasiones. Las cenas de trabajo integraron a los consortes y se
convirtieron en grandes debates de actualidad. Siguieron las excursiones al
campo en familia, los viajes. Pretendíamos verlo todo y discutirlo todo, sin
querer seguíamos buscando significados y símbolos.
Tenemos mucho que recordar, porque ha sido mucho lo vivido juntos. Por ello,
estas palabras del Grupo Ágora, queremos que se conviertan en un canto a
esa profunda amistad.