In memoriam María Viejo
Grupo Eleuterio Quintanilla
«La belleza es verdad y la verdad belleza… Nada más se sabe en esta tierra y no más hace falta».
John Keats.
El pasado viernes, como tantos otros, nos reuníamos los del Grupo Eleuterio Quintanilla para seguir deshojando la margarita del cambio social y de la educación crítica. Y de nuevo la muerte nos salió al encuentro: María Viejo nos había dejado.
Hubo quien no pudo contener las lágrimas, quien entristecido agachó la cabeza con la fatalidad reflejada en el gesto, quien maldijo la mala suerte, la maldita mala suerte que parece cernirse sobre nosotros. Y hubo quien, sobreponiéndose al dolor, se detuvo en revivir a María y, haciendo acopio de entereza y buen sentido, evocó los momentos felices que habíamos vivido. Y las anécdotas se teñían de añoranza.
Y volvió tu alegría contagiosa, tus ganas de vivir, disfrutar y hacer disfrutar a los demás, tu ternura, tu humildad, tu desprendimiento. Y volvimos, por momentos, a disfrutar tus ojos color del mar, y tu voz seductora, siempre amiga. Apreciamos tu capacidad para compartir lo que tenías y lo que sabías, sin esperar recompensa ni vanagloria. Y tu disposición y entrega pues, asunto este misterioso, tenías tiempo para todo: para la extensa familia cuyos lazos tejías sabiamente, para el ejercicio profesional comprometido, para el disfrute de un café o una cena, asistida siempre por una calma y serenidad impagables. Los valores que atesorabas los entregabas a raudales. María, poseías una belleza sin límite.
Hace dos años, ya jubilada y celebrando la jubilación de un compañero, escribiste un texto que resumía tus deseos para los nuevos tiempos de asueto que, desdichadamente, han sido tan breves. Recordarlos hoy es tenerte de nuevo con nosotros y nosotras.
«Ahora sólo espero, que poco a poco, todos, cumplidas nuestras obligaciones laborales, también vayamos teniendo más tiempo libre, y sigamos encontrándonos en las mesas de trabajo, en la calle, en los cafés, bares o donde sea, debatiendo, conspirando, riendo y arreglando lo que podamos y llenando nuestras vidas de renovadas esperanzas para hacer de este mundo un sitio un poco mejor».
María, ten por seguro que seguiremos convocándonos para ese viaje. Fuerzas y ganas no nos faltan. Aunque en nuestro discurrir tu ausencia es como un desgarro indeleble.
«Alguien está llorando en primavera»: ¡Por qué se mueren los buenos… tan pronto!