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IN MEMORIAM Juana Lobo Morán
Por Chema Castiello del Grupo Eleuterio Quintanilla
ADIÓS JUANA. HASTA SIEMPRE, AMIGA
Para los que estamos aquí, glosar la figura de Juana Lobo es un poco
ocioso. Todos la queríamos y la admirábamos. Y cada uno, o una, seguro
que tiene sus propios motivos para ello. De modo que todos los
presentes queremos a Juana y nos duele y conmueve tener que
despedirnos de una persona caracterizada por la humildad personal y
por su compromiso social, por su inteligencia, su capacidad de diálogo,
su empatía y simpatía.
Yo voy a hacer una pequeña valoración de lo que para mí supuso Juana
-yo la llamaba siempre Juanita, en plan afectuoso, pero hoy me veo
obligado a llamarla Juana, Juana Lobo- Voy a hablar de mi experiencia
personal y espero que las referencias que voy a hacer las compartan mis
compañeros y compañeras del Grupo Eleuterio Quintanilla.
No recuerdo bien cuándo conocí a Juana Lobo. La cosa vino poco a poco,
como muchas cosas importantes en la vida. Coincidíamos aquí y allí, en
encuentros a favor de una educación de calidad en la Plataforma
Asturiana de Educación Crítica, en algunas fiestas organizadas por la
Charanga Ventolín, en el Ateneo Obrero, en manifestaciones reclamando
un mundo mejor, en el Café Gijón,…. Y poco a poco fuimos intimando. Y
supe que procedía de Llanes, que tenía un montón de hermanos y
hermanes, nueve y ella diez, una familia de las de antes, que había
trabajado muchos años en Barcelona, en Nou Barris (por cierto, la
constante presencia de gentes de Nou Barris en Gijón, en su casa, de
visita, da cuenta perfectamente de la capacidad de Juana para hacer
amigos del alma y cultivarlos, para querer y dejarse querer). También
supe de su trabajo en el Centro de Adultos de Gijón.
Juana Lobo era una maestra comprometida y rigurosa. Preparada, pues
era una lectora infatigable, y con capacidad de innovación, algo que en la
enseñanza no es frecuente, no abunda, y, sin embargo, tiene una
importancia crucial. Tengo varias anécdotas que explican su capacidad
de innovar pero es suficiente con que os cuente la última que
protagonizó con un enorme éxito: las clases de carnet de conducir.
Un día me sorprendió hablándome de las clases para inmigrantes que
quisieran sacar el carnet de conducir. Me explicó las dificultades que
para ellos suponía el examen escrito. Sabían conducir pero el teórico
requería el dominio de la lengua castellana con un nivel que permitiera
diferenciar calle, carretera, calzada, carril, carril de acceso, víal, vía, vía
urbana, vía interurbana, autovía, autopista… No sigo que os canso y os
sé inteligentes.
Y a ello se puso. Pero lo más gracioso es que ella no sabía conducir, no
tenía ni idea del código de la circulación. Pero a Juana no se le ponía
nada por delante. Lo estudió y puso en marcha una clase de teoría para
el carnet de conducir en la Escuela de Adultos de La Calzada. Y aquello se
llenó de gentes procedentes de Gijón y también de diversos lugares de
Asturias, de Oviedo, de Avilés… Todos ellos inmigrantes.
Yo fui un día a verla. La clase abarrotada, sin sitio para más, con gentes
de variadas procedencias que se manifestaban en los colores de la piel y
en las formas de vestir. Y Juana, de pie, frente a la pizarra, explicando el
código, el lenguaje, lo que significaban las palabras, cómo se escribían,
moviéndose de aquí para allá, con esa viveza en la mirada y en el porte,
esa piel morena… Y reinaba allí un silencio mágico. La gente
ensimismada, escuchando, seducida, aprendiendo con gusto.
Esa era Juana, la profe. Pera estaba también Mama Juana, -Mamá África
a decir de los senegaleses-, un referente para muchos inmigrantes que
la conocían y a los que abría su casa y daba ayuda y cobijo si era
necesario.
Así que la ausencia de Juana deja huérfanas a muchas personas. Y para
el Grupo Eleuterio Quintanilla, fundado en 1994, supone otro duro
golpe, porque hemos perdido ya a cuatro compañeros. Y hoy, que
despedimos a Juana, la quinta, queremos tener un recuerda para todos
ellos. Dijimos adiós a la maestra Rosalía Pérez en 1999, al profesor José
Ángel Álvarez Cienfuegos en 2008, al orientador José Luis Testa Magadán
en 2014 y a la profesora de Historia María Viejo en 2015. Y ahora, a
finales de 2018 lo hacemos, con todo el amor y toda la admiración de
que somos capaces, de Juana. Por cierto, a todos se los llevó el puto
cáncer.
Juana se incorporó al Grupo de la mano de Cienfuegos. Coincidieron en
adultos y se hicieron amigos íntimos, Juana, Aída y Cienfu salían con
frecuencia y se los veía disfrutar de la conversación. Tras la muerte de
Cienfuegos ellas reforzaron aún más su amistad y, entre otras muchas
personas, Aida ha sido un apoyo importante para Juana durante su
enfermedad.
Con la incorporación al Grupo de Juana pasamos de un conocimiento
circunstancial, coyuntural, a una convivencia cotidiana que se prolongó
durante cerca de veinte años.
Y Juana fue una persona muy importante para el Grupo. Reflexiva,
trabajadora, generosa, animada siempre, con una cultura enorme. Su
presencia fue decisiva cuando proyectamos hacer un trabajo sobre el
Holocausto que dio lugar al libro “Pensad que esto ha sucedido. Guía de
recursos para el estudio del Holocasuto”, a una exposición de 16 paneles
cn el mismo título y, posteriormente, a un nuevo libro titulado “Sefarad,
Identidad, convivencia y conflicto” sobre los judíos españoles y su
expulsión en tiempos de los Reyes Católicos. Literalmente, se había leído
todo lo publicado en castellano, tanto en ficción como ensayo. Su
conocimiento nos introdujo en lo más importante de la Shoah.
Su colección de libros sobre estas materias nos dejaron asombrados. Lo
tenía todo y fue nuestra guía bibliográfica. De modo que sus libros
circularon por el Grupo y contribuyeron de manera decisiva a uno de los
trabajos que mayor proyección nos ha dado. Por cierto, Juana, te
alegrará saber que la exposición sigue circulando. En estos momentos
está en el IES Gabriel y Galán de Montehermoso, en Cáceres.
Recuerdo muy bien cuando se puso enferma. Fue el 2 de enero de 2016.
Me había comentado que se iba con sus amigas del alma, con Aída, con
María y con Eze, y algunos más, a Lisboa a pasar unos días. Quedaron a
cenar para celebrar el cumpleaños de Aída y ultimar detalles, pues al día
siguiente se iban. Y tras la cena fue evidente que Juana no estaba bien, Y
acabó en el hospital. El viaje a Lisboa quedó en suspenso y se sustituyó
por un viaje tortuoso de consultas, pruebas, operaciones, terapias,
incertidumbre…
Desde entonces, dos años y diez meses, Juana venía padeciendo un
cáncer y luchando. Y también en esto fue singular. En ningún momento
se rindió. Peleó con ahínco para vencerlo. Operaciones, ingresos, días
negros… pero Juana resistía y convivía con los amigos haciendo escasas
referencias a su enfermedad, quejándose muy poco o nada. Bien al
contrario, la sesión vermout de los sábados en La Sastrería continuó
infatigable. Y las visitas a los bares de su barrio cada vez que
quedábamos, también. Siguió asistiendo a las reuniones del Grupo hasta
que ya le resultó realmente imposible. Y se disculpaba por no poder
llevar hechos “los deberes”. Y nos acompañaba al Jamonar a tomar un
vino.
Hemos perdido a Juana. Pero con nosotros sigue y seguirá la admiración
y el cariño que le profesamos y el que ella nos regaló.
Juana, sabes que te queremos y que seguirás con nosotros mucho
tiempo. Ahora, descansa.
Concluyo anunciando la celebración de un homenaje dentro de un mes,
en el Ateneo Obrero de Gijón. Se os comunicará oportunamente.
Muchas gracias por vuestra atención.
JUANA, TE QUEREMOS.
Chema Castiello, en representación del Grupo Eleuterio Quintanilla