COMENTARIO

 

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"ANDO SOLA, NADIE SABE DE MI".

La magia del cine deviene, entre otras cosas, de su carácter polisémico. Existen tantos puntos de vista, seguramente, como espectadores y sólo se requiere adquirir la entrada    - el video obliga a otras transacciones - para sumergirse en un mundo que no se ve únicamente con los ojos. Y con ello no nos referimos en especial al mundo de los estereotipos y prejuicios que establecen mapas de significado independientemente de lo que la realidad sea en sí misma. Estamos hablando de lo que hace trascendente una película más allá de su propia historia y de la pericia técnica de sus constructores.

Si pueden existir tantos puntos de vista como espectadores, parece oportuno aclarar cuál es el nuestro y cómo a lo que ocurre en escena incorporamos lo que nos pertenece, y va más allá de la sala. Tres años después de la caída del muro de Berlín comenzó a levantarse el muro de Tijuana: catorce millas fortificadas para separar la Alta California (EE UU) de la Baja California (México). El nuevo telón de acero es parte de la operación "Gatekeeper" (portero) auspiciada por Clinton para reducir en un 90 % a los "aliens", mote con que se designa a los inmigrantes: helicópteros con visión nocturna, equipos de moderna tecnología, más polis, más dinero... que no impiden, sin embargo, que como en la canción de La Vargas alguien lo cruce para convertirse... en un ciudadano sin rostro, sin nombre, sin historia.

Es en este contexto de miedo xenófobo a la invasión en el que debe ser contemplada Mi familia. Un filme chicano que parece construido para que los "aliens" dejen de andar solos y todos sepan de ellos. Destacar pues el valor de poner en el mercado una obra a contracorriente de los públicos mayoritarios donde al fin y a la postre se sustancian los productos de la industria cinematográfica. Una osadía que ha dado a Gregory Nava el calificativo de creador de cine independiente.

En efecto, Mi familia no puede comprenderse sin que la actualidad de la política antiinmigratoria de las últimas administraciones republicanas la ilumine. Desde Reagan para acá se ha encendido la mecha de la "hispanofobia" y los resultados se cosechan ya en forma de amenazas, humillaciones, apedreamientos, discriminación en escuelas y hospitales, abusos policiales, etc. El "fucking spics, back to Tijuana" (jodidos hispanos, regresad a Tijuana) aparece pintado aquí y allá no sólo en California, sino también en los estados con una fuerte migración: Arizona, Texas, Illinois y Nueva York.

A la valentía de hacer un discurso chicano en tiempos difíciles, debe añadirse que Mi  familia es una tierna y evocadora película. Una historia de historias que comienza su acción en 1926 y llega hasta nuestros días. Un homenaje a los mexicanos afincados en el sur de los EEUU, un territorio que para alguno de los protagonistas nunca ha dejado de ser México. Un homenaje también a los latinos confrontados a la reacción conservadora del "English only", la ideología más reaccionaria de la "anglo conformity". Y por ende, un homenaje a una vieja respuesta del ser humano: la libertad de emigrar y empezar de nuevo en otras tierras sin por ello renunciar a lo que uno es y a lo que lo ha conformado, a sus señas de identidad y a sus creencias. De eso ya nos habló Gregory Nava en El norte (1984) con notable acierto.

Mi Familia trata la historia de una familia que emigra desde Michoacan (México) y se afinca en la ciudad de Los Ángeles(*).  Resalta el valor de la familia donde, pese al conflicto permanente entre tradición y cambio, los individuos encuentran ubicación, afecto y refugio en una sociedad que les proporciona sustento pero de la que también reciben con frecuencia indiferencia, cuando no desprecios y agresiones.

Basada en una historia original del propio director Gregory Nava, es a la vez reconstrución de la mejor literatura hispanoamericana, a la que toma por modelo, encarnada por García Márquez, Miguel Ángel Asturias o Juan Rulfo, pues Mi familia puede ser presentada como una muestra cinematográfica del realismo mágico.

Narrada por uno de los Sánchez (Paco), encarnado por Edward James Olmos, indiscutible figura del cine chicano, sigue los avatares del matrimonio José y María y sus 6 hijos: Paco, Chucho, Toni, Jimmy, Irene y Gloria. La historia se presenta en tres etapas. La emigración de José Sánchez desde Michoacan y su matrimonio con una inmigrante que se gana la vida como sirvienta para una familia adinerada. Concluye con la expulsión de la esposa embarazada de su tercer hijo en la época de la Gran Depresión y de las primeras políticas antiinmigratorias. La segunda etapa está centrada en los años 50 y los distintos rumbos que los hijos van tomando. Los años 80 centran la tercera parte de la historia, con un matrimonio envejecido que observa la dispersión de unos hijos protagonistas ya de sus propios destinos.

Una historia de historias, un caleidoscopio donde todo gira alrededor de una casa familiar, la milpa, un padre y una madre que ejercen como tales y enlazan el presente con el pasado, y a la vez la alegría con el infortunio. Al final de sus días, el viejo padre podrá exclamar satisfecho: "hemos tenido una buena vida" pese a que el espectador sabe que la buena vida ha dejado a su paso un hijo muerto, cárcel y lágrimas.Y sobre la hermosa historia, narrada con afecto y maestría artesanal, se acumulan datos de un enorme interés para su explotación educativa.

En primer lugar, el lenguaje: palpita en los 130 minutos de película una constante referencia al lenguaje popular mexicano con términos como pendejo, pinche puto, chavo, chingada,...que más allá de su colorido refieren la existencia de señas de identidad que se mantienen pese a los procesos de aculturación que se presentan encarnados en la figura de uno de los hermanos que logra incorporarse a la cultura angloamericana aunque ello sea a costa del rechazo y desprecio de su propio pasado, del mundo de sus progenitores y hermanos.

En segundo lugar, la película presenta el paso del tiempo mediante el cambio de sabores musicales y el discurrir de la actualidad política. Cambio de tiempo que se marca magistralmente también con modificaciones de los estilos de narración, y más en concreto, del trabajo de la cámara: desde unos inicios que nos recuerdan el cine mudo, una cámara fija en las escenas de la boda, hasta un constante movimiento de cámara al narrar los años 80.

Que la música es un componente esencial de la cultura de un pueblo es asunto sabido. De que es también nota de orgullo e identidad se deja constancia a través de la irrupción de la salsa que da consistencia al propio orgullo de saberse diferente. Por cierto, maravillosa la escena donde Isabel conquista definitivamente a Jimmy. En nada tiene que envidiar, desde nuestro punto de vista, al baile del Travolta de Tarantino.

Por último, los avatares políticos de los que está salpicada la cinta - Guerra EEUU-México, Gran Depresión, ... - pasan desde un segundo plano narrativo a ocupar una parte importante de la historia en su parte final. La acción solidaria de Irene o la vida de Isabel, refugiada salvadoreña, explican nuevas migraciones, nuevos rechazos, nuevas ilegalidades construidas sobre unas fronteras que, con anterioridad, eran meramente "una línea en tierra".

Atención también a Jennifer López en el papel de María Sánchez. Descubierta en esta película por Francis Ford Coppola - procedente el mismo de la emigración - se ha convertido en la primera actriz hispana: encarna a la maestra de Robin Williams en Jack; Bob Rafelson la sitúa en el triángulo amoroso en Blood and wine junto a Jack Nicholson; Terri Flores la llama para hacer Anaconda; Oliver Stone la convierte en protagonista de U-Turn y trabaja junto a George Clooney en Out of Sight. Con el apodo de "la bien pagá" Jeniffer López ha llevado a la pantalla a la cantante Selena y por The Cell ha cobrando la nada despreciable cifra de un 10 millones de dólares, convirtiéndose así en cabeza de cartel del grupo de hispanos que por méritos propios hace su agosto en Hollywood.

(*)Ciudad cuyo nombre completo es el de Nuestra Señora Reina de Los Ángeles de Porciúncula y fue fundada en 1796 por expedicionarios españoles que buscaban lugares para establecer nuevas misiones cistianas.
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