A finales del siglo I, cuando el nuevo judaísmo “rabínico” cristalizaba como nueva ortodoxia, fue introducida una nueva plegaria (la duodécima) contra los herejes. La versión más antigua, en su variante manuscrita conservada en la Singoga del Cairo, incluye explícitamente a los cristianos (los nazarenos) entre los herejes: “Que no haya esperanza para los apóstatas, y arranca de golpe el reino de la insolencia, ya en nuestros días. Que perezcan en un instante los nazarenos y los herejes, que sean borrados del libro de la vida y que no sean contados entre los justos. Bendito seas Yahvé, que humillas al insolente.” A pesar de haber sido señalados con el dedo, los herejes judíos incluidos los nazarenos siguieron en la Sinagoga aunque sólo fuera para mantener los privilegios judíos, si bien, la inclusión de las referencias en la plegaria contribuyó al aislamiento y posterior separación de los cristianos.
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