La ruptura entre el Judaísmo y el Cristianismo. Las guerras judeo-romanas

Se conoce con ese nombre a las rebeliones producidas en la provincia de Judea contra el Imperio Romano. Los abusos de la administración romana en el ámbito civil y religioso y la creciente actividad de movimientos nacionalistas judíos contra la dominación romana, como el de los Zelotes, serían la causa principal de tales rebeliones.

La primera guerra se produjo entre los años 66 y 73 d.C. Su origen estaría en los abusos en la recaudación de impuestos sobre la población judía y las intromisiones de carácter religioso, como el derecho al nombramiento de Sumo Sacerdote por parte de Roma o el intento del Emperador Calígula de instalar una estatua suya en el templo de Jerusalén.

En el año 66 el general Vespasiano aplastó la resistencia judía en el norte de la provincia y en el verano del 70 su hijo, el futuro emperador Tito, asaltó y saqueó la sitiada ciudad de Jerusalén. El templo fue destruido. La guerra se completó con la toma de Masada en el 72.

Tras la revuelta, toda Judea se convirtió en una provincia en ruinas, con una Jerusalén reducida a escombros y el Templo destruido. El historiador romano-judío Flavio Josefo cuenta los muertos por centenares de miles y en 97.000 los capturados y esclavizados. La derrota de los judíos fue una de las causas de la “Diáspora” -numerosos judíos se dispersaron tras perder su Estado y algunos de ellos fueron vendidos como esclavos en diferentes lugares del Imperio romano-, y una de las mayores catástrofes de la historia judía.

La segunda gran rebelión judía contra los romanos se produjo entre los años 132 y 135 y es conocida con el nombre de Rebelión de Bar Kojba. Las causas fueron los decretos del emperador Adriano que prohibían el Brit Milá (circuncisión), el respeto del sábado y las leyes de pureza en la familia.

En el año 132 d. C. la rebelión dirigida por Bar Kojba se expandió rápidamente y en los dos años siguiente se restauró un Estado soberano judío.

Las luchas culminaron en el verano del año 135 d. C. Según Dión Casio, murieron cerca de 580.000 judíos. Asimismo, 50 ciudades fortificadas y 985 aldeas fueron arrasadas. Adriano intentó destruir de raíz la identidad judía: prohibió la Torá y el calendario judío, y mandó ejecutar a numerosos estudiosos y eruditos. Los rollos sagrados fueron quemados en una ceremonia en el Monte del Templo.

La provincia romana de Judea fue suprimida fusionándola con otras regiones en la provincia de Syria Palæstina, y en el sitio de Jerusalén se fundó la ciudad de Aelia Capitolina prohibiendo a los judíos entrar en ella.

Los historiadores modernos atribuyen a la Rebelión de Bar Kojba una importancia histórica decisiva. A diferencia de la primera Guerra Romano-Judía, la mayoría de la población judía fue asesinada, esclavizada o exiliada, y la religión judía prohibida. Para los judíos, la derrota de Bar Kojba se considera el verdadero inicio de la Diáspora por el mundo.

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