El
Concilio de Jerusalén es el nombre dado a la primera reunión
normativa de la Iglesia cristiana primitiva (hacia el año 50 d.C.),
según se relata en el capítulo 15 de los Hechos de los apóstoles.
Fue
en la comunidad de Antioquía luego de que llegaran judíos creyentes
en Jesús que se escandalizaron al ver que los miembros conversos no
habían sido circuncidados ni cumplían otros preceptos de las leyes
judías. Estas personas, que no aparecen determinadas mayormente en
el texto de los Hechos, comenzaron a predicar que era necesaria la
circuncisión y la asunción de toda la Torá (ley) de Moisés
causando un gran estupor entre los primeros creyentes griegos. Por
esta razón, los discípulos de Antioquía encomendaron a Pablo y
Bernabé junto a “algunos de ellos” a acudir hasta Jerusalén
para zanjar la situación.
El
principal objetivo era determinar si el gentil piadoso creyente en
Jesús debía convertirse formalmente al judaísmo (lo que implicaba:
ser circuncidado y seguir todos los preceptos de la Torá de Moisés)
o bastaba con seguir ciertos preceptos que la Torá impuso antes de
que Israel fuese nación, junto con la obediencia a Jesús, el
Mesías. La postura que expuso Santiago está registrada en Hechos
15:20, la asamblea lo aprobó y posteriormente envió a otros
creyentes para que comuniquen la decisión tomada como se ve
registrado en Hechos 15:28-29 donde dice:
Que hemos decidido el espíritu santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas necesarias: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de lo ahogado y de la fornicación. Haréis bien en guardaros de estas cosas.
Además de los mencionados Pablo, Bernabé y miembros de la iglesia de Antioquía, participaron los Apóstoles, y presbíteros (ancianos) de la comunidad de Jerusalén.
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