Francisco Ricci fue uno de los artistas más destacados en su tiempo y
desarrolló la maravillosa escuela madrileña del Barroco Español,
trabajando especialmente en las decoraciones de las iglesias de la
corte y la escenografía del teatro del Buen Retiro, del que fue
director. Nació en Madrid en 1614 y murió en El Escorial en 1685.
Descendía de una familia italiana.
Su obra más famosa es el Auto de Fe en la Plaza Mayor de Madrid.
El Auto de Fe de 1680 fue uno de los pocos encargos recibidos de la
Corona al final de su vida, a pesar de haber sido pintor del rey.
Resulta una verdadera ilustración gráfica y un documento ceremonial de
aquella luctuosa conmemoración celebrada el 30 de junio de 1680 en la
Plaza Mayor de Madrid con la asistencia del rey Carlos II y de su
esposa, María Luisa de Orleáns.
Pocos días antes se levantó un gran escenario de madera, en el ángulo
comprendido entre la esquina de la calle de Toledo y la calle Nueva. Se
accedía a él por dos escaleras. En el centro se hicieron tres
corredores. El primero servía para pasar la procesión de los reos por
delante de los reyes. En el segundo se colocó un tarimón con dos jaulas
y portezuelas, en las que los reos oyeron sus causas y sentencias.
Frente a estas jaulas se instalaron dos cátedras, desde las que diez
religiosos dominicos y jerónimos leían por turnos las acusaciones y las
penas.
Entre las cátedras y las jaulas se situaron bancos para secretarios y
abogados y, delante de ellos, dos bufetillos con sendas arquillas que
contenían los documentos del juicio. El tercer corredor coronaba la
parte exterior del teatro, y en el se instalaron gradas para las
familias de los inquisidores.
A la izquierda del teatro se dispuso el altar, con una cruz verde
cubierta por un velo negro. Cerca se situó el estandarte procesional,
todo ello rodeado de doce candelabros de plata. Muy próximo estaba el
púlpito del predicador.
Cerraba el lado izquierdo una grada, donde se sentaban los miembros del
Consejo de la Inquisición y los demás Consejos. En lo alto se colocó el
solio y dosel del Inquisidor general. Dos escaleras daban acceso a un
cuarto interior, donde las personalidades podían tomar un refrigerio.
Enfrente de estas gradas se construyó otro graderío, donde se situaron
los reos, los religiosos que los asistían y los familiares del Santo
Oficio que los custodiaban. En un banco cercano estaban sentados los
alcaides, y en otro, detrás, los tenientes de la Villa de Madrid.
Una puerta bajo las gradas daba acceso a ocho apartamentos, utilizados
como cárceles, asistencia a los reos en caso de desmayo y lugares de
audiencia o descanso. Para protegerse del sol fueron dispuestos unos
toldos. Junto al tablado se formó una plaza, donde se colocaron los
soldados de la fe y los acompañantes de los asistentes al acto.
Los reyes se situaron en un balcón, en el número 29 del primer piso de
ese lateral de la Plaza Mayor. Se doró el balcón real y se derribaron
algunos tabiques para comunicar el cuarto del rey con los balcones de
las damas de palacio. Los demás balcones estaban ocupados por nobles y
eclesiásticos, estando más cercanos al rey los de mayor alcurnia.
Familia de herejes azotando un crucifijo
La temática que protagoniza este lienzo de Ricci no es muy habitual en
la pintura barroca española. Estaba destinado a la capilla del Cristo de
la Paciencia del convento de los Capuchinos de Madrid, narrando un hecho
ocurrido en la capital hacia 1630 que dio lugar a la construcción del templo.
En la calle de las Infantas vivía una familia de judaizantes que tenían
colocado en el salón un crucifijo de casi medio metro para hacer ostentación
de su falsa fe cristiana. Las noches de los miércoles y viernes se reunía
en ese lugar un grupo de unos 20 judaizantes que torturaban la imagen,
obrándose un milagro ya que Cristo se quejó de su martirio, llegando a
brotar sangre. Los herejes terminaron destruyendo el crucifijo,
quemándolo y golpeándolo con un hacha. Uno de los hijos de la familia
confesó el suceso a la Inquisición, incoando ésta un proceso y castigando al grupo a la hoguera.
En esta escena, Ricci nos muestra al crucifijo cabeza abajo, izado de una cuerda por una figura
que se sitúa al fondo, rodeado de los judaizantes, transmitiendo a la perfección la tensión del momento.
La escasa luz que ilumina el interior donde se desarrolla la escena procede de la izquierda,
aparentemente de una puerta abierta que se presenta al fondo. Todas las figuras se recortan
sobre la pared, creando un conjunto de intenso dramatismo a través de los gestos y las expresiones
de los personajes. Las tonalidades oscuras empleadas recuerdan a la escuela naturalista mientras
que la pincelada rápida y suelta es deudora de la escuela veneciana y de Rubens.
(Adaptado de http://www.foroxerbar.com/viewtopic.php?t=10031)