ORLANDO PELAYO

(Gijón, 1920- Oviedo 1990)

 

Nacido en Gijón, sus padres se trasladaron a Extremadura y posteriormente a Albacete, donde transcurrió su niñez y adolescencia. La Guerra Civil le sorprendió en el albor juvenil y tuvo que asumir en plena juventud la defensa de la República. Conoció pronto el amargo sabor de la derrota y el exilio junto con su padre en Orán, Argelia. Vivió los campos de “concentración” como miles y miles de refugiados republicanos. Su padre moriría durante la estancia en Argel víctima del trabajo extenuante y de la tuberculosis. En 1947 se traslada a París donde se integra en la vida artística de la ciudad con otros muchos pintores españoles. Su regreso a España fue tardía, cuando las circunstancias políticas lo permitieron.

Pintor y grabador, evoluciona desde la figuración inicial hacia la abstracción,  tras la cual se esconde paradójicamente una realidad auténtica o imaginada.

Obras: La carreta, Traje de luces, Las Meninas (serie), Castilla, Lejanos campos de Montiel, La mordaza, Memoria recurrente....

 

Exilio

(1939) 36’7 x 29’4 cm

 

CONTEXTO: en los meses finales de la Guerra Civil cerca de medio millón de españoles se enfrentaron a una emigración forzosa, el exilio. Miles de ellos atravesaron la frontera francesa y dieron con sus huesos en los improvisados campos de Balcarés, Saint Cyprien en el Sur de Francia; otros, como en el caso que nos ocupa, fueron a parar a Orán en Argelia... Desde estos campos, acosados por la fulgurante expansión del nazismo, habrían de diseminarse por los cuatro puntos cardinales (Europa, África, América...).

SOPORTE: papel.

TÉCNICA PICTÓRICA: acuarela.

TEMA: el exilio.

CONCEPTO: figuración surrealista.

ANÁLISIS: el artista nos presenta una serie de figuras que se mueven en el interior de unas alambradas, un campo de concentración como aquellos que acogieron a los españoles en el primer momento del exilio, experiencia por la que tuvo que pasar el propio autor. Unas figuras de fisonomía inconcreta, de atuendos imprecisos, desfilan erráticas en busca de un destino incierto; las alambradas acotan  el espacio. La cabeza  de una mujer, cuyas proporciones no guardan relación con el conjunto, pone rostro a la tragedia del exilio. La luz mortecina, las pinceladas descuidadas y los colores fríos contribuyen a crear una ambiente crepuscular profundamente melancólico.

Para la inmensa mayoría de los republicanos españoles el año 1939 había sido el fin de una utopía y el inicio de una larga pesadilla. El destierro acababa de empezar. El nazismo estaba pletórico de insolencia y el futuro de Europa se mostraba con los presagios más funestos. El resultado: cincuenta millones de tumbas.

 

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