DOMINGO REBELO

(San Miguel, Azores 1891- Lisboa 1975)

Fue un pintor precoz que expuso por primera vez en Lisboa en 1902, lo que le sirvió para recibir una beca de los Duques de Alburquerque para estudiar en París. En esta ciudad se formó durante seis años y estuvo en contacto con pintores portugueses como Sousa Cardoso, Santa Rita, Dórdio Gomes y otros. Esta estancia le permitió adquirir una excelente formación al tiempo que pudo entrar en contacto directo con la pintura de Cezanne, Matisse y Modigliani. En 1913 regresó a San Miguel, donde fue profesor del Liceo Nacional de Ponta Delgada. Desde allí participó en algunas exposiciones tanto en Portugal como en Brasil y San Francisco obteniendo reconocimiento internacional y recibiendo varias medallas en Exposiciones Nacionales. En 1942 fija su residencia en Lisboa donde continúa su dilatada carrera (ejecutó los últimos frescos de la Sala Noble de la Asamblea Nacional que había iniciado Sousa Lopes y los de la iglesia de S. Juan de Dios). Tuvo oportunidad de recorrer Italia como becario del Instituto de Alta Cultura. Artista que cultivó varias disciplinas: pintura (óleo, fresco, obra gráfica...), diseño de tapices, escultura en barro. Fue también un excelente retratista.

Los emigrantes

CONTEXTO HISTÓRICO: la primera mitad del siglo XX en la península Ibérica fue desde el punto de vista económico y social muy dura. Tanto Portugal como España estuvieron bajo el férreo dominio de regímenes autoritarios. El desarrollo económico era escaso y su evolución muy lenta. Miles y miles de personas se veían en la obligación de emigrar a Brasil, tierra de promisión para Portugal, con la ilusión de encontrar aquellas oportunidades que su tierra no les brindaba.

SOPORTE: lienzo.

TÉCNICA PICTÓRICA: óleo.

TEMA: los emigrantes. Un grupo de emigrantes espera el barco que les ha de llevar a su destino, probablemente a América.

CONCEPTO: figuración naturalista.

ANÁLISIS: nos encontramos con una escena al aire libre en la dársena de un puerto del país vecino donde un grupo de personas esperan para embarcarse; familiares y amigos despiden a quienes se marchan. La perspectiva es tridimensional, se manifiesta nítidamente mediante la sabia distribución de personas y objetos en el puerto y el fondo urbano que cierra el espacio. La concreción de las figuras hace gala del perfecto conocimiento de la volumetría. La luz natural ilumina con intensidad el puerto realzando las fachadas de los edificios, el brillo de las aguas, efecto que se acentúa cuando apreciamos cómo los emigrantes se protegen del sol bajo el paraguas. Sus rostros están perfectamente individualizados. Los personajes muestran el estado psicológico propio del momento: la tristeza que se deja teñir de incertidumbre la evidencian las miradas perdidas de la pareja que aparece en primer plano o el rostro del joven del sombrero que se despide de su familia. El tratamiento de los plegados es natural, la indumentaria que llevan, los vestidos largos, los pañuelos que cubren las cabezas de las mujeres, nos sugiere la adscripción social de los emigrantes, trabajadores del campo u obreros artesanales.

Rebelo era profundamente católico, de una escrupulosidad pueril, era también un "alma" caritativa en el sentido cristiano de la palabra al que el fenómeno de la emigración no dejaba indiferente. La intensidad de este fenómeno en la primera parte del siglo XX era tal que no dejaba de interesar a un artista con un mínimo de sensibilidad.

 

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